CONSERVACIÓN ACTIVA DE ÁREAS DE MONTAÑA: EL EJEMPLO DE LA MIRADA CIRCULAR

Alfonso Fernández-Manso. Catedrático de E.U. Universidad de León.

Las zonas de montaña europeas forman un conjunto de pequeñas realidades paisajísticas rurales portadoras de un patrimonio cultural, configurado y cuidado por miles de manos humanas, y en algunas partes también forman magníficos paisajes, que como tales representan un valor único e indivisible.

Reinhold Messner.

Decálogo de los valores de las montañas, 2002

La primera aproximación a la comarca de El Bierzo es contradictoria: una cautivadora y extraña geografía, un precioso panóptico, una mirada circular que da unidad y singulariza este territorio del resto de los espacios del planeta. Pero a medida que la mirada se objetiva, a medida que la mirada analiza, la mirada se alarma por todas sus contradicciones. Las montañas que acotan y circundan El Bierzo, su periferia, tienen unas importantes problemáticas socioeconómicas y ambientales que se expresan en una pérdida continua y acelerada de su capital humano.

Si los problemas son comunes, las soluciones deberían de encontrarse coordinando esfuerzos, creando un proyecto de desarrollo común. Empezamos a mirar al pasado y también alrededor y nos dimos cuenta que la mayor parte de las iniciativas que se habían realizado tanto en la comarca como en otras comarcas europeas para salvar el capital humano no habían funcionado. Su bajo grado de innovación, su baja envergadura y su escasa integración comarcal no habían conseguido paliar los graves problemas de sostenibilidad. La prevalencia en las iniciativas de desarrollo del subsidio frente a la competitividad habían impedido conseguir unos resultados relevantes y la perdida de capital humano se había convertido en un problema irresoluble. ¿Qué se podía hacer desde la Universidad para salvar este territorio?

Hace más de ocho años desde el Laboratorio de Innovación Territorial de la Universidad de León (LiT-ULe) comenzamos a definir un proyecto experimental que adoptaría el expresivo nombre de La Mirada Circular (Fernández-Manso, 2002). Como se puede observar y comprobar en los créditos de la página web de este proyecto (www.lamiradacircular.com), fueron muchas las personas y asociaciones que apoyaron esta iniciativa para que pudiera hacerse realidad (García, 2005). La apuesta era clara, diseñar y desarrollar un proyecto demostrativo que sirviera para estudiar como se puede realizar una conservación activa y un desarrollo sostenible, en espacios de alto valor ambiental y fuertes problemas socioeconómicos. Este experimento era ambicioso puesto que necesitaba una fuerte implicación e intervención territorial, intentaba acceder a los mecanismos que explican la alarmante insosteniblidad territorial. La gran pregunta que nos formulamos fue ¿es posible reconstruir el capital humano de un territorio?

Para contestar a esta pregunta tuvimos que recorrer las montañas del planeta. Hacía falta una mirada ancha, amplia, abierta. Buscábamos ideas y proyectos que nos sirvieran de inspiración y ejemplo. Nos acercamos a los Apalaches, a los Pirineos, a las montañas de Tasmania, a las lejanas montañas Escandinavas,…. Un viaje intelectual que serviría para reflexionar y proponer. Y llegamos a una idea de síntesis para construir una idea fuerza: Las zonas de montaña del planeta forman un conjunto de pequeñas realidades paisajísticas rurales portadoras de un patrimonio cultural. El capital humano cuida el territorio y sin su presencia los paisajes que le han conferido su valor se marginalizarán y en muchas ocasiones desaparecerán.

El presente trabajo intenta analizar la historia de La Mirada Circular para evaluar cuáles han sido sus logros y sus deficiencias después de dos años de desarrollo. Para ello se analizarán los espacios de montaña desde una perspectiva de conservación, se presentará sintéticamente la comarca de El Bierzo y su posibilidad de futuro.

1. LAS MONTAÑAS COMO ESPACIOS COMPLEJOS Y CONTRADICTORIOS DESDE LA PERSPECTIVA DE LA CONSERVACIÓN

“El valor de una civilización se mide no por el sabe crear, sino por lo que sabe conservar”

Anónimo

Las zonas de montaña ocupan un 38,8% del territorio de la Unión Europea y en ellas viven en la actualidad 30 millones de habitantes. En países como Italia, España, Grecia, Austria y Portugal esta cifra se eleva al 50% de sus respectivos territorios. Estos espacios de montaña de la Unión Europea como la comarca de El Bierzo comparten una serie de características comunes como son la fuerte desventaja geofísica derivada de la inclinación del terreno, la altitud y el clima, su situación generalmente aislada, y la riqueza de su patrimonio y de sus recursos naturales, tan excepcionales como frágiles. Los cambios socioeconómicos de las últimas décadas han añadido a las desventajas ambientales importantes problemas de despoblación y falta de perspectivas socioeconómicas. El diagnóstico de esta realidad es coincidente, conocemos la enfermedad, pero a la hora de buscar soluciones no existe una idea de consenso.

La Ley 42/2007, sobre Patrimonio Natural y Biodiversidad otorga a las montañas un papel prioritario en la preservación de los “corredores ecológicos”. Proporciona una definición específica sobre las montañas (artº. 3.1.): “Territorios continuos y extensos, con altimetría elevada y sostenida respecto a los territorios circundantes, cuyas características físicas causan la aparición de gradientes ecológicos que condicionan la organización de los ecosistemas y afectan a los seres vivos y a las sociedades humanas que en ellas se desarrollan”. Y consagra en su artº. 4 la función social de las montañas (vinculación del patrimonio natural y la biodiversidad con el desarrollo, bienestar, etc.). Los espacios de montaña cumplen una serie de funciones vitales para el conjunto de la sociedad, por dos motivos: el mantenimiento y conservación del equilibrio ecológico, así como lugar privilegiado para actividades relacionadas con el ocio, recreación y esparcimiento (Lacambra, 2001).

Pero los recursos son difícilmente aprovechables y la conservación casi utópica si se sigue destruyendo el capital humano. Las insuficientes dotaciones de capital físico (infraestructuras, equipamientos y servicios) son condicionantes estructurales que no sólo lastran las posibilidades de modernización, sino que aceleran la degradación del capital humano (los niveles de capacitación, formación y calificación) y, asimismo, limitan el desarrollo de potencialidades para fomentar el capital social e institucional, a la vez que también inciden negativamente en la conservación y mejora de la mayor parte del capital natural y cultural. (Jiménez-Herrero, 2008).

Estamos viviendo un proceso de concentración y aglomeración de personas y recursos sin precedentes en la historia de nuestro país. Las actividades económicas basadas en recursos móviles (materias primas, mano de obra,..) continúan su emigración hacia las ciudades, en tanto que sólo las actividades ligadas a los factores inmóviles han permanecido en los espacios rurales. De este modelo de concentración sólo ciertas actividades productivas manufactureras (fundamentalmente aquéllas que no están sometidas a economías de escala o en las que la calidad prima sobre el precio) y los servicios vinculados al disfrute del patrimonio cultural y natural, que son todavía inamovibles, permanecen en el ámbito rural. En esta situación se encuentra afortunadamente una parte importante de la industria agroalimentaria, las actividades artesanales y aquéllas vinculadas al turismo rural. Este tipo de productos y servicios inmóviles son la base sobre la que se pueden articular las oportunidades de desarrollo. Activos rurales como la calidad de vida y el medio ambiente, el patrimonio natural y cultural son objeto de una mayor demanda y constituyen cualidades reales que atraen tanto inversiones como trabajadores.

Pero las áreas de montaña son también lugares de atracción de actividades cuyo impacto no sería tolerable en las ciudades: producción de energía (embalses, parques eólicos,….), minería a cielo abierto (materiales de construcción o energéticos), grandes infraestructuras turísticas (estaciones de ski, campos de golf,…),…. Nos encontramos ante una doble realidad contrastada y compleja. Por un lado tenemos que pensar cómo desarrollar e implementar nuevas actividades económicas apoyadas en la innovación territorial y, por otro lado, debemos defender los territorios frente a las actividades destructivas e insostenibles. Un trabajo difícil, creativo y trascendente (Fernández-Manso, 2007).

En este sentido las montañas se comportan como espacios complejos y contradictorios desde la perspectiva de la conservación. Por ejemplo, en El Bierzo este tipo de contradicciones se solapan en el territorio. El Bierzo, la comarca de España con mayor concentración de productos con un distintivo a su calidad es a la vez una de las más contaminadas y asediadas con impactantes proyectos vinculados mayoritariamente a la minería y la industria energética. La insistencia en la realización de estos proyectos y la degradación por la contaminación ambiental que conllevan supondría, si no se encuentra un modelo diferente de desarrollo, renunciar al aprovechamiento sostenible de sus recursos naturales que sirve para crear empleo y mantener la diversidad biológica. La gran pregunta a plantear ¿Cómo podemos reconstruir el capital humano de un territorio? ¿Es posible desarrollar un proyecto de conservación de dimensión internacional?